El cierre no ocurre por insistencia, sino por claridad

Hay vendedores que, cuando sienten que el cliente duda, aprietan más.

Insisten.
Repiten.
Prometen.

Y sin darse cuenta… lo alejan.

Porque el problema no es que el cliente no quiera comprar.
Es que no ha entendido bien lo que le estás vendiendo.

Cuando alguien no comprende del todo, el cerebro se protege.

Y la forma más elegante de hacerlo es decir:
“Lo voy a pensar.”

Pero detrás de ese “lo pienso” casi siempre hay otra frase:
“No me quedó claro.”

El cierre no se gana presionando.

Se gana haciendo fácil la decisión.

Cuando el cliente ve con claridad qué gana, qué resuelve y qué cambia con tu producto, la venta fluye.

Sin empujones. Sin discurso de más.

Y eso solo pasa cuando tú también tienes claridad:

Claridad en tu propuesta (qué realmente vendes).
Claridad en el problema que resuelves.
Claridad en el impacto que generas.

Si tú dudas, él también.

Si tú te enredas, él se frena.

Si tú hablas sin pausa, él se desconecta.

El mejor cierre es aquel en el que el cliente llega solo a la conclusión.

No porque lo empujaste, sino porque le mostraste el camino con luz suficiente.

Así que antes de insistir una vez más, hazte una pregunta simple:
¿El cliente entiende realmente lo que puede ganar contigo?

Porque cuando la claridad aparece, la presión desaparece.
Y el cierre… llega solo.

Cuéntame,
¿alguna vez sentiste que insististe demasiado y perdiste una venta que parecía segura?

Me encantará leerte.

Nos leemos pronto,

Claudia Ruiz