Lo que pasa cuando aprendes a quedarte callado en una negociación

¡Hola!

Hay algo que no te enseñan en la mayoría de los cursos de ventas, pero que cambia todo cuando lo aplicas:

👉🏼 aprender a quedarte callado.

Sí, así como lo lees.

El silencio.

Eso que muchos sienten incómodo. Eso que, en una conversación de ventas, suele apurarte a hablar más, a justificarte, a llenar espacios.

Pero cuando sabes manejarlo, el silencio se convierte en una herramienta poderosa de presión, presencia y control.

Te cuento algo rápido.

Hace unos años estaba en una reunión con una ejecutiva que me estaba presionando por precio.
Me pidió que justificara cada parte de la propuesta.
Le expliqué.
Me volvió a cuestionar.

Y después de su segundo “no lo veo claro”, simplemente me quedé en silencio.
La miré, asentí… y esperé.

Pasaron 3 segundos.
Después 5.
Después 7.

Y ahí lo dijo:
💬 “Bueno… igual entiendo que el valor está ahí. No estaba segura, pero sí me hace sentido.”

Listo.
Cerrado.

No necesité convencerla.
No necesité rebajar nada.
Solo hice algo que a muchos les cuesta: no llenar el vacío.

Porque aquí está la verdad:
Cuando haces una propuesta y te callas, dejas que el otro procese.
Y si hablas demasiado, muchas veces le quitas espacio para llegar solo a la conclusión.

Ese momento después de hacer una pregunta poderosa o presentar una propuesta es sagrado.
Si lo llenas de ruido, lo arruinas.

Hay decisiones que no necesitan más palabras…
Solo necesitan silencio para tomar forma.

Así que en tu próxima negociación, cuando llegues a ese punto clave, no te apures a hablar.

Deja que el otro se incomode si quiere.
Deja que piense.
Deja que hable primero.

Ahí es donde ocurren los verdaderos cierres.
En ese segundo en que tú te callas… y el cliente se convence solo.

Dime, ¿alguna vez el silencio jugó a tu favor en una venta? Escríbeme, quiero saber cómo lo viviste.

Y mañana vamos a hablar de algo que parece básico pero separa a los buenos de los grandes:
la diferencia entre hablar de características… y resolver problemas.

Nos leemos pronto,

Claudia Ruiz